¡Buenos días!
Siguiendo con la explicación de proceso, que ya iniciamos en el blog anterior, me gustaría ahora poner el acento en la capacidad de cada uno para seguir dicho proceso.
Muchas veces esperamos demasiado a pedir ayuda porque, más o menos, vamos pudiendo con las cosas que nos pasan. Sólo más o menos porque hace tiempo que nos sentimos mal, que tenemos días que no podemos en absoluto y que los que sí, sabemos que lo hacemos con mucho más trabajo del que debería.
Pero pedir ayuda da miedo, porque parece que va en contra de la imagen de fortaleza que queremos proyectar. Y al reconocer la necesidad de ayuda, reconocemos al mismo tiempo nuestra debilidad. Por eso, a menudo recurrimos a la terapia cuando verdaderamente sentimos que no podemos más, que ya nos hemos roto del todo. De hecho, volver a sentirme bien se antoja un camino imposible de recorrer, no creemos ser capaces de conseguirlo. Es como una escalera ascendente infinita, vemos los peldaños pero sentimos que no tenemos fuerzas de subirla.
Y es cierto que el camino no es fácil, pero cuando pedimos ayuda, dejamos de estar solos. Quizás toda la escalera no podamos subirla de una sola vez, pero sí podemos subir un escalón. Y ese primer escalón, nos saca del atasco en el que estamos, nos coloca en un sitio nuevo y desde ahí, podemos volver a valorar la situación. Uno a uno, peldaño a peldaño, cada vez estaré más cerca.
¿Y sabes una cosa? Si nos caemos, no pasa nada. Hemos bajado algún peldaño pero esa parte de la escalera ya la conocemos, sabemos cómo salir. Sólo hay que volver a coger fuerzas, agarrar la mano de tu terapeuta, y seguir subiendo.
¡Gracias por leerme! Un abrazo, Lorena