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Buenos días, hoy víspera de San Valentín, quiero hablar de los límites y el amor, porque son dos cosas que en ocasiones no gestionamos de la forma adecuada. Y quiero hacerlo a través de un ejemplo. Imaginemos una chimenea. El calor es agradable pero si acerco la mano al fuego, me quemo. Y ¿qué hago?.
Hola! Empiezo así este texto porque, yo me imagino mi cuerpo por dentro como un gran contenedor en el que van entrando las cosas que nos pasan cada día. En ese contenedor entran las cosas buenas que nos pasan, pero también entra algún disgusto, un enfado con un familiar o amigo, un momento triste...
Hace un tiempo se popularizó en redes un video sobre una osa: Ina. Esta osa pasó más de 20 años viviendo en una jaula de un zoológico. Después de su libración y ya viviendo en un santuario para osos, Ina estaba en libertad pero seguía dando vueltas en su jaula imaginaria.  
Imagina que estas en la playa y empiezas a construir granito a granito una pequeña montaña de arena. Un grano no parece mucho, pero si alimentamos la montaña durante mucho tiempo se hará cada vez más grande y para derruirla, en lugar de soplar tendré que acabar usando mucha fuerza, porque cada grano aumenta el peso y la resistencia de la montaña.
Imagina que estás en la selva y hay una carrera. Cuando la carrera acaba hablas con los animales y les preguntas cómo hicieron para llegar a la meta. La serpiente te dirá que para llegar necesitas ir arrastrándote. El águila, te dirá que se necesita volar muy alto. El caballo, dirá que necesitas ir a galope.
Hoy quiero hablar de las emociones, porque todos hemos oído alguna vez hablar de las emociones buenas y malas. Las emociones supuestamente buenas, son la alegría, la sorpresa, el amor, la tranquilidad… Entre las supuestamente malas estarían la tristeza, el asco, el miedo, la ira…